Calavera viejo, rico y bonachón,
que alegre paseás tu porte gentil.
Al mirar tu pinta brava de varón,
el tiempo que se fue, lo siento revivir.
Muchos años han pasado y no aflojás
en lances de amor ni en farras que den,
porque en todas las garufas demostrás
que no te asusta el tren
de amores y champán.
¿Te acordás las amarguras
que en un tiempo soportamos
y las noches que pasamos
pensando en la mishiadura?
¿Te acordás, viejo,
con cuánto aspamento
miramos el vento
las noches aquellas,
cuando, deseosos
de un peso, nos vimos
y después nos fuimos,
meta garufiar?
Hoy que traigo a mi memoria el tiempo aquel
de la juventud que no vuelve más,
me da gusto lo que veo que tenés,
como en tu mocedad, posturas de galán.
¡Hacés bien! Seguí la farra sin cesar,
pues todo, pa vos, debe ser así.
¡Sos, hermano, un calavera que al dolor
vos siempre le encontrás
remedio en el amor!
Hoy, al ver que tu pilchaje
no tiene el corte fulero
de aquel traje dominguero
que tantas veces lo usaste,
yo pienso, hermano,
que también nosotros
hoy somos como otros
que viven sonriendo
y del pasado,
que se va borrando,
vamos recordando
las horas de ayer.